La reciente decisión del Partido Nacional de no votar la venia para que Mario Layera asuma la dirección de la Secretaría de Inteligencia Estratégica del Estado ha generado un intenso debate político. A pesar de que la Fiscalía archivó la causa en su contra, los blancos se mantuvieron firmes en su postura de rechazo, dejando en evidencia las profundas diferencias con el Frente Amplio sobre el criterio para ocupar cargos estratégicos.
Archivo sí, confianza no
Desde filas nacionalistas se destacó que, aunque la investigación penal contra Layera fue archivada, esto no alcanza para justificar su designación en un puesto tan sensible como el de Inteligencia. Según trascendió, el informe fiscal no despeja todas las dudas en torno a su accionar durante su gestión como director de Policía Nacional, ni brinda garantías suficientes de neutralidad y profesionalismo.
En un comunicado interno, el Partido Nacional reafirmó que la decisión de no acompañar la venia no está basada en simpatías personales, sino en una evaluación institucional y de principios. En otras palabras: Layera podrá estar libre de cargos, pero no de cuestionamientos éticos y operativos que, para los blancos, pesan demasiado para autorizar su ingreso a un cargo tan delicado.
Tensión con el Frente Amplio
Como era de esperar, la negativa nacionalista cayó como balde de agua fría en la interna del Frente Amplio, que pretendía incluir la venia de Layera dentro de un “paquete” de acuerdos políticos. Desde el FA sostienen que ya se había pactado el respaldo a su designación, en el marco de las negociaciones por otros cargos. Sin embargo, la negativa de los blancos muestra que no están dispuestos a tragarse sapos por acuerdos partidarios.
En filas oficialistas hay molestia, pero también preocupación por el precedente que sienta este gesto: que un archivo judicial no basta para borrar cuestionamientos de otro orden, como los éticos o funcionales. En definitiva, los blancos le marcaron la cancha al FA.
¿Quién es Layera?
Mario Layera fue director nacional de Policía durante el último gobierno del Frente Amplio. Con un discurso duro y polémico, dejó varias frases célebres que incomodaron incluso dentro de su propio partido. Entre ellas, su comparación del Uruguay con “un Estado fallido” y sus constantes críticas a los medios y a la Justicia. Además, su vínculo con investigaciones de alto perfil dejó dudas sobre su proceder, aunque nunca fue formalmente imputado.
La izquierda lo ve como un técnico experimentado; para muchos dentro del Partido Nacional, es un símbolo del fracaso de la política de seguridad del FA. Y ahora, también es el protagonista de una jugada política que demuestra que, en temas sensibles, no hay archivo que borre la desconfianza.
