La Asamblea General rindió homenaje al exministro de Economía y exvicepresidente Danilo Astori, quien falleció recientemente. En el evento, figuras destacadas del Frente Amplio resaltaron su legado como un “modernizador de la izquierda” y un “revolucionario real”, calificativos que han generado diversas reacciones en la opinión pública.
Astori, quien tuvo un rol protagónico en los gobiernos del Frente Amplio, es recordado por impulsar políticas que llevaron al país a una senda de endeudamiento y dependencia, cuyos efectos se sienten hasta el día de hoy. Aunque sus seguidores destacan su capacidad técnica y su compromiso político, sus detractores consideran que su modelo económico dejó más sombras que luces, marcando una brecha social y un estancamiento en sectores clave.
El homenaje, lejos de ser un acto exclusivamente interno del Frente Amplio, contó con la presencia de representantes de otros partidos políticos, algo que no ha pasado desapercibido. La participación de algunos opositores ha sido severamente cuestionada, tildándolos de “entreguistas” por avalar un reconocimiento que, según varios sectores, no es merecido. Esta actitud de “claudicación” ha generado descontento entre quienes consideran que Astori representa una visión económica que perjudicó al país.
Durante el acto, José Mujica también se refirió a Astori, describiéndolo como un “monumento vivo”. Este tipo de exaltaciones han sido vistas como un intento de mitificar una figura que, aunque técnicamente destacada, estuvo lejos de lograr un consenso social amplio sobre sus políticas. Por otro lado, Mario Bergara lo definió como el impulsor de la “modernización política de la izquierda”, un título que también ha sido objeto de debate.
Lo cierto es que el homenaje refleja una divisoria de aguas: mientras el Frente Amplio busca ensalzar su legado, la Coalición Republicana parece ceder terreno al entregar las banderas de la cultura y del reconocimiento histórico a la izquierda. La presencia de opositores en el acto también reaviva el debate sobre la identidad y la coherencia política, dejando una sensación de claudicación frente a un discurso hegemónico.