NO PARA

Ola de violencia: tiros en Villa Española y crisis en cárceles

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Uruguay vive horas oscuras. Mientras en Villa Española un hombre fue acribillado en plena calle, en el Penal de Libertad un recluso tomó de rehén a una enfermera e intentó agredir a un policía. Dos episodios distintos pero unidos por una misma causa: la pérdida total del control del Estado ante la violencia desatada.

Balas en Villa Española

En Villa Española ya no se vive, se sobrevive. El domingo por la tarde, un hombre fue ejecutado con al menos ocho disparos, en un ataque que recuerda más a una escena de película narco que a la realidad de un país que solía presumir de su paz social. El asesinato ocurrió a plena luz del día, en la intersección de camino Corrales y Camino Corrales Viejo, y la víctima fue encontrada con múltiples impactos en la cabeza y el torso. Todo indica que se trató de un ajuste de cuentas. ¿Y el Estado? Brilla por su ausencia.

Vecinos aterrados afirman haber escuchado una ráfaga de disparos, pero como ya es costumbre, prefieren callar antes que hablar con la policía. Nadie quiere terminar siendo la próxima víctima en un barrio que se ha convertido en tierra de nadie. Las autoridades aún no tienen detenidos, y la fiscal del caso ya maneja la hipótesis de que el ataque fue directo y premeditado.

Rehenes en la cárcel

Mientras tanto, en el Penal de Libertad, uno de los centros de reclusión más emblemáticos del país, se vivió un episodio que pone los pelos de punta. Un recluso se autolesionó para ser llevado a la enfermería, y una vez allí, atacó a un policía con un corte carcelario escondido entre su ropa. Luego, tomó de rehén a una enfermera exigiendo ser trasladado a la Unidad N°25, conocida como la cárcel de máxima seguridad.

La respuesta del personal fue rápida, pero el hecho en sí refleja el nivel de descomposición del sistema penitenciario. ¿Cómo es posible que un preso esconda un arma blanca y ejecute un plan de este tipo sin que nadie lo detecte? ¿Quién controla las cárceles?

Ambos hechos demuestran que la violencia en Uruguay ya no es ocasional ni marginal: es estructural. Está en las calles, en las cárceles, en las casas. Pero mientras la sangre corre, el gobierno mira para otro lado.

¿Y el Ministerio del Interior?

El ministro Negro sigue más preocupado por su imagen que por dar soluciones concretas. La policía, desbordada. La fiscalía, saturada e infiltrada. Las víctimas, olvidadas. Y mientras tanto, desde la izquierda, siguen hablando de garantías y derechos de los delincuentes. La realidad les pasa por encima, pero su dogma ideológico no les permite ver que estamos perdiendo el control.

Ya no alcanza con discursos. Ya no alcanza con promesas. Uruguay necesita autoridad, orden y una verdadera política de seguridad que priorice a los ciudadanos honestos. Porque hoy, más que nunca, el país necesita