HAY IMPACIENCIA

Ollas populares encaran al FA

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El viernes pasado, frente a la Torre Ejecutiva, se vivió una escena que dejó al descubierto la fractura entre el relato del gobierno de izquierda y la realidad de los que pasan hambre. Representantes de más de 240 ollas populares de Montevideo y Canelones encararon al secretario de la Presidencia, Alejandro Sánchez, con reclamos que no pudieron ser ignorados.

La gente en la calle: se cansaron de esperar

Desde hace semanas, los responsables de ollas y merenderos vienen pidiendo al gobierno del Frente Amplio una respuesta concreta ante la creciente demanda de alimentos. En plena crisis, y con cientos de personas durmiendo en la calle, las organizaciones decidieron salir a la Plaza Independencia y decir “basta”.

Sánchez intentó contener la situación con un discurso con tono de compadrito: “Nosotros venimos hace 40 días trabajando, hermano”, dijo, como si eso alcanzara para justificar el abandono de miles. Lo que recibió a cambio fue una ola de indignación y testimonios duros: “Me crie en un carro y un caballo”, le gritó uno de los manifestantes.

De la promesa a la traición: el Frente Amplio de espaldas a los humildes

Las ollas populares fueron emblema de solidaridad en los tiempos duros. Pero también se convirtieron en termómetro social. Y ahora ese termómetro está explotando. “La gente tiene hambre”, dijeron, y no en sentido figurado. Literalmente. Hambre.

Lo que mostró el cruce entre Sánchez y los vecinos organizados fue que ya ni siquiera los sectores populares, que antes bancaban al Frente Amplio, están dispuestos a callarse. Están hartos de promesas vacías, de funcionarios que repiten guiones y de un Estado que mira para otro lado mientras las ollas se vacían.

Un gobierno desconectado: cómo no entender el sufrimiento

Sánchez trató de mostrarse cercano, pero lo único que logró fue exponer su desconexión. “Venimos laburando hace 40 días”. Eso le dice un secretario de Presidencia a personas que llevan meses remando con migajas para que otros no se mueran de hambre.

Y mientras tanto, el presidente Yamandú Orsi brilla por su ausencia. Ni una palabra, ni un gesto. Solo silencio. Parece que la izquierda ya no escucha a los de abajo. O peor: los ve, pero elige ignorarlos.

Hambre y rebelión: cuando el pueblo se levanta

Este episodio puede parecer uno más, pero tiene algo distinto: muestra que la paciencia se acabó. No fueron políticos, ni referentes partidarios. Fueron vecinos. Gente de a pie que cocina para otros porque el Estado no llega. Y se plantaron frente a la Torre Ejecutiva a decir que ya no se bancan más el verso.

Los aplausos que recibieron, el respaldo que generaron en redes y la cobertura que se ganaron a fuerza de lucha muestran que algo está cambiando. El relato de la izquierda ya no alcanza. La realidad golpea y duele. Y los que antes callaban, ahora gritan.