En una jugada que dejó a más de uno con la mandíbula en el piso, el exsenador Juan Sartori —sí, el mismo que es millonario, tiene negocios internacionales y vive como un jeque— pidió el subsidio que el Estado ofrece a los legisladores que no lograron la reelección. Un beneficio pensado, en teoría, para ayudar a los “desempleados del Parlamento” a reinsertarse en la sociedad.
El pedido formal fue ingresado ante el Tribunal de Cuentas, que por ahora optó por postergar la decisión. Pero el solo hecho de que Sartori lo haya pedido ya generó indignación generalizada. ¿En serio un empresario multimillonario necesita que el Estado le pague el 85% de un salario parlamentario por un año entero para “reinsertarse”?

Reinserten en la sociedad al millonario
El subsidio está previsto en la ley para aquellos legisladores que, tras no ser reelectos, no logran una salida laboral inmediata. Pero en el caso de Sartori, esa justificación suena a burla. Es difícil imaginar al magnate con dificultades para “colocarse” en el mercado laboral. Si hay algo que le sobra, son recursos.
El personaje de Sartori ya venía generando suspicacias desde que aterrizó en la política nacional con un discurso de outsider. Prometió renovación, eficiencia y aire nuevo. Pero su paso por el Senado fue más bien fantasmagórico, y su desconexión con la realidad nacional parece haberse confirmado ahora, cuando sale a mendigar un subsidio que no necesita.
Mientras miles de uruguayos hacen malabares para llegar a fin de mes, ver a un millonario reclamando dinero público por “no haber conseguido laburo” es una postal grotesca. Habla de privilegios, de cinismo, y de un sistema que, si no se corrige, seguirá dejando estos espacios abiertos a la viveza de unos pocos.
En un país donde la ciudadanía pide austeridad y ejemplo, este tipo de gestos echan leña al fuego del desencanto. Porque no se trata sólo de la legalidad del pedido, sino de su legitimidad ética. Y en ese terreno, Sartori se acaba de hundir solo.