La situación de seguridad en el país ha alcanzado niveles alarmantes, evidenciando la falta de control y respuesta efectiva por parte de las autoridades. En los últimos días, se han registrado incidentes que reflejan una preocupante tendencia hacia la violencia y el delito, incluso involucrando a menores de edad.
Niños armados: una realidad aterradora
En Pan de Azúcar, un niño de tan solo 12 años ingresó a un comercio anunciando: “Vengo a robar”. Armado, amenazó al encargado y, ante la negativa de este, disparó contra la puerta del local antes de huir. Posteriormente, fue detenido y liberado, quedando a disposición del Juzgado de Familia. Este episodio pone de manifiesto la temprana edad a la que algunos menores se ven envueltos en actividades delictivas.
Violencia sin límites: niña baleada mientras esperaba el ómnibus
En otro hecho desgarrador, una niña de 12 años fue baleada por la espalda mientras aguardaba el transporte público. La menor permanece en estado delicado en el Hospital Pereira Rossell. Este incidente subraya la vulnerabilidad de los ciudadanos, incluso en situaciones cotidianas como esperar un ómnibus.
Amenazas de bomba: el pánico se apodera de los espacios públicos
El Portones Shopping fue evacuado tras una nueva amenaza de bomba, sumándose a una serie de episodios similares en menos de una semana. La reiteración de estas amenazas genera un clima de inseguridad y temor entre la población, afectando la vida diaria y la confianza en las instituciones.

Respuestas oficiales: promesas vacías y medidas insuficientes
Ante este panorama desolador, el ministro del Interior, Carlos Negro, anunció cambios legislativos y operativos de saturación en barrios afectados por el narcotráfico. Sin embargo, estas declaraciones parecen ser más de lo mismo: promesas sin resultados tangibles. La realidad muestra que la violencia y el crimen continúan en ascenso, mientras las soluciones efectivas brillan por su ausencia.
La ciudadanía merece vivir en un entorno seguro, donde los niños no sean protagonistas de hechos delictivos y las amenazas no formen parte de la rutina diaria. Es imperativo que las autoridades dejen de lado las promesas vacías y adopten medidas concretas y eficaces para devolver la tranquilidad a las calles y hogares del país.