El presidente Yamandú Orsi ha salido a aclarar que en su gobierno, cualquiera puede decir lo que quiera. Esto surge luego de la controversia entre Oddone y varias figuras del gobierno sobre la desindexación de salarios, así como la polémica declaración de Carlos Negro, quien afirmó que la guerra contra el narcotráfico ya está perdida. Sin embargo, lejos de reafirmar su liderazgo, Orsi terminó admitiendo que no controla del todo a su propio equipo.
Orsi se lava las manos
En declaraciones recientes, el mandatario señaló que la gente que trabaja con él “tiene libertad de decir lo que piensa”. Estas palabras, que podrían interpretarse como una defensa de la diversidad de opiniones, también pueden ser vistas como una confirmación de que el verdadero poder no está en sus manos. Mientras él se esfuerza por proyectar imagen de apertura, sus colaboradores parecen tener agenda propia.
Las voces que realmente mandan
Detrás de las palabras de Orsi, se encuentra una realidad que preocupa a muchos: ¿quién toma realmente las decisiones en su gobierno? Analistas políticos señalan que figuras como Jorge Díaz, exfiscal de Corte y actual pro secretario de la Presidencia, y el secretario de la presidencia Alejandro Sánchez, tienen una fuerte influencia en las directrices del gobierno, especialmente en temas clave de seguridad y justicia.
El MPP, sector al que pertenece Orsi, también juega un rol determinante. En muchas ocasiones, las posturas de este grupo han terminado marcando el rumbo del Ejecutivo, lo que lleva a preguntarse si Orsi es realmente quien fija las políticas del país o simplemente un mediador entre las distintas facciones del Frente Amplio.
Descontrol o estrategia política
Mientras Orsi insiste en que su equipo tiene libertad para expresarse, la falta de una línea clara en su administración genera incertidumbre. Sus declaraciones podrían interpretarse como un intento de desligarse de las palabras de Díaz y Sánchez, pero también podría ser una estrategia para mantener contentas a las distintas facciones del Frente Amplio sin tomar decisiones firmes.
La pregunta que queda en el aire es si este estilo de gobierno es sostenible o si, con el tiempo, la falta de liderazgo claro podría derivar en un caos interno que termine afectando la gobernabilidad del país.