El expresidente José Mujica y su esposa, Lucía Topolansky, participaron recientemente en un campamento de militantes jóvenes del Movimiento de Participación Popular (MPP), donde Mujica reafirmó su “legado” y llamó a los presentes a continuar la lucha. Estas declaraciones han generado preocupación sobre el mensaje que se transmite a las nuevas generaciones y hasta qué punto el exterrorista sigue promoviendo una narrativa de confrontación.
Un pasado que pesa
Mujica, quien en su juventud formó parte del movimiento terrorista MLN-Tupamaros, fue responsable de hechos violentos que marcaron la historia del país. Sin embargo, lejos de condenar esa etapa, la sigue reivindicando como parte de su “lucha”. La presencia del exmandatario en este tipo de eventos y sus discursos de resistencia generan interrogantes sobre el impacto en los jóvenes que lo ven como una figura a seguir.

El peligro del resentimiento social
Durante el evento, Mujica alentó a los jóvenes a “seguir soñando y luchando”, sin mencionar la importancia de la democracia y el trabajo dentro de las instituciones. En un país que ha buscado superar las heridas del pasado, este tipo de mensajes refuerzan un relato de lucha de clases que atiza la división social.
Un modelo equivocado para la juventud
Lejos de promover valores de esfuerzo y progreso, Mujica insiste en un discurso basado en la resistencia y el sacrificio. Muchos se preguntan si este tipo de liderazgo es lo que realmente necesita la juventud uruguaya o si solo perpetúa una mentalidad de conflicto que atrasa al país.