El economista Álvaro García, figura clave en el gobierno entrante, ha comenzado a delinear lo que será la estrategia económica de la nueva administración. Lamentablemente, lo que se perfila es más de lo mismo: promesas de “crecimiento sostenible” y “justicia social” que esconden un modelo desgastado y alejado de las necesidades reales de los ciudadanos.
Planes vacíos y discursos repetitivos
En sus recientes declaraciones, García insistió en la importancia de mantener el equilibrio fiscal, pero sin presentar medidas concretas que realmente beneficien a la economía uruguaya. Este discurso genérico no solo carece de innovación, sino que también perpetúa las mismas políticas que han llevado al país a un estancamiento económico.
La “redistribución equitativa” que García tanto menciona se traduce, en la práctica, en más impuestos para las familias trabajadoras y las pequeñas empresas, mientras se mantienen los privilegios de una burocracia estatal ineficiente.
Impuestos y más impuestos: la receta equivocada
Uno de los pilares de la estrategia económica es la promoción de un sistema fiscal “progresivo”. Sin embargo, lo que esto realmente significa es seguir exprimiendo a quienes ya están sobrecargados con tributos. La clase media, que siempre lleva la peor parte, volverá a ser el blanco de una política fiscal que promete mucho pero da poco.
Este modelo no solo desincentiva la inversión y el emprendedurismo, sino que también debilita el tejido productivo del país. Mientras tanto, el gobierno entrante sigue hablando de “justicia social” sin tomar decisiones que verdaderamente impulsen el desarrollo económico.
Un futuro incierto
Con figuras como Álvaro García al frente de la estrategia económica, el panorama para Uruguay se vislumbra cada vez más incierto. Las recetas repetidas y las soluciones simplistas no resolverán los problemas estructurales del país. En lugar de avanzar hacia un futuro próspero, se corre el riesgo de caer en un ciclo interminable de promesas incumplidas y un desgaste económico continuo.
El pueblo uruguayo necesita menos retórica y más acción. Sin embargo, con el actual enfoque del gobierno entrante, todo indica que seguirá siendo la gente común quien pague las consecuencias de una gestión política desconectada de la realidad.